viernes, 30 de agosto de 2013

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Nunca había sentido que era estar feliz. No, nunca...

La mayoría cree, imagina que la felicidad solo esta cuando apruebas una materia, pasas de ciclo, consigues un buen trabajo, un aumento, ir al concierto de tu banda favorita, pero no. Lo he analizado desde que tengo siete años, nunca, nunca me sentí feliz. 

Cuando tenía siete años, empecé mi "búsqueda de la felicidad", hice una lista sobre las 10 cosas que me harían feliz si llegaba a cumplirlas todas:

Quiero ser feliz: (lista)

8.- Tendré un amigo/a real. Un humano.

Cumplí al pie de la letra aquella lista, tan extraña que escribí, pero siempre quedaba la número ocho por concluir.

   -Cuando tenía seis años, conocí a alguien, una niña de mi edad, la única amiga que tuve, hacíamos todo, todo, se quedaba en mi casa, yo en su casa. Aún recuerdo su cabello lacio negro brillante cortado en forma de hongo, con su lonchera de plástico color roja, que combinaba perfectamente con la cortaba roja del uniforme de nuestro colegio, llegaba a casa para que mi hermana o su mamá nos llevase. Recuerdo perfectamente también cuando empujo a una niña para que esta no me jalara el cabello, ahí fue cuando supe que alguien podría hacerme daño, y que alguien también podría salvarme, una lección muy clara para una niña pequeña. 

La misma persona que me salvó, se fue muy lejos por que a su padre lo transfirieron a otra ciudad, si dolió.
¿Cuándo la única persona que es tu amiga se va, ya no hay nadie quien te salve?

Pasaron varios años, once para ser exactos, terminé la secundaria, e inicié el primer ciclo de mi carrera universitaria, hasta... que un día mi hermana me dijo que la familia de Paola regresó y había abierto una panadería en la misma casa dónde siempre han vivido, que alquilaron cuando no estuvieron acá. Mi mundo se vino abajo, no le respondí y lloré por primera vez como si nunca lo hubiera hecho. Al día siguiente me arme de valor y fui a su casa/panadería, estaba ella allí detrás del mostrador,  la miré directamente a los ojos como diciéndole: "Aquí estoy, aquí siempre estuve y aquí siempre estaré". Ella me miro, me dio el pan y salí de allí, nunca dije nada, nunca volví a la panadería, nunca, nunca y nunca lo haré. Y hoy solo te recuerdo como la niña que llevaba una media gris mas arriba que la otra, aquella niña que me enseño a pararme aún con las rodillas ensangrentadas,  por que nunca conocí a la chica de la panadería.


"La misma persona que me salvó, me hizo daño."



1 comentario:

Pablo dijo...

Wow :(